
La sensación de mareos, vértigos, aturdimiento o incluso sentir como si la habitación en la que uno se encuentra estuviera dando vueltas a su alrededor, son algunos de los síntomas que indican la posibilidad de tener algún problema de equilibrio. También lo son la las náuseas y malestar. Unos trastornos que repercuten y mucho en la calidad de vida de quien lo padece, conduciéndole a tener unos hábitos más sedentarios, a reducir las actividades laborales y de ocio o a un aumento de la morbilidad, al incrementarse el riesgo de caídas y fracturas.
El equilibrio es la situación de estabilidad de una persona, con independencia del movimiento corporal o el de los objetos de alrededor. Una habilidad imprescindible para la vida diaria que, en muchas ocasiones, no se le da la importancia que tiene. Mantenerlo requiere una compleja integración de la información que envían al cerebro los sentidos de la vista y el oído con respecto a la posición del cuerpo, el entorno y su capacidad de generar y controlar la movilidad.
Sin embargo, a veces ocurre que esa comunicación de los sentidos no funciona de forma correcta y se producen problemas de equilibrio, llegando a perderlo, tropezar o incluso caer al suelo la persona que lo sufre. De hecho, según la Organización Mundial de la Salud, las caídas son la segunda causa mundial de muerte por lesiones accidentales o no intencionales.
Las alteraciones del equilibrio pueden darse entre gente joven pero, por norma general, suelen afectar a personas mayores de 65 años. Es más, el envejecimiento es una de las causas que provocan este problema. Este deterioro en los sistemas corporales que ocasiona el paso de los años conlleva una disminución de los mecanismos de control del equilibrio y corrección postural y, por tanto, una mayor inestabilidad, aumentando así el riesgo de caída. Se calcula que una tercera parte de esta franja de edad se cae al menos una vez al año, y este porcentaje aumenta hasta el 50% entre los mayores de 85 años.
Otras veces, estos síntomas afloran en personas con desajustes en el oído interno –órgano en el que se sitúa el sentido del equilibrio–, como infecciones o vértigos, entorpeciendo el correcto funcionamiento de los sistemas sensoriales. Asimismo, pueden aparecer con ciertos trastornos de la visión, cambios en la presión arterial, tumores y lesiones en la cabeza. Además, el consumo de alcohol y drogas o algunos fármacos influyen, como efecto secundario, sobre el sistema nervioso. No obstante, la lista de posibles causas es muy extensa, incluso los motivos pueden ser físicos. Es el caso de la cinetosis o mareos al viajar en coche, autobús u otros medios de transporte.
El tratamiento para estas alteraciones depende mucho del origen de las mismas, por lo que el otorrinolaringólogo estudiará cada caso individual para indicar la mejor solución a seguir. Es habitual que la terapia farmacológica sea eficaz, con antibióticos, medicamentos para los mareos o con vasorreguladores para mejorar la circulación sanguínea en el cerebro y en el oído interno. También, aunque dependiendo del caso y de la gravedad, se utilizan sedantes vestibulares, esteroides o inmunosupresores.
En ocasiones, la solución pasa por el quirófano, porque no responden a los medicamentos, o incluso por la fisioterapia, para fortalecer y entrenar la musculatura y así habituar al paciente a soportar los movimientos. En cualquier caso, es imprescindible acudir al otorrinolaringólogo si se tiene algún tipo de trastorno del equilibrio, puesto que puede ser una señal de un problema de salud grave que requiera de un diagnóstico y un tratamiento adecuado.